viernes, 31 de enero de 2014

I feel so good, I feel so numb… ♪ - Rob Zombie

 
 (Imagen: https://encrypted-tbn2.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcT8mBnkXB0VrlP8BxRtSbRmp3E-2msnDBvwqQvjn-R4z91_W-qU)
  

Qué son nuestros ídolos de barro mediáticos (sean rockeros, metaleros, reggaetoneros, emos, Justin Biebers o demás), sino apologías a la resignación, a la rebeldía funcional que mantiene a la juventud en un estado de inercia consumista y frívola, incapaz de darse cuenta que vive en un mundo insostenible y hediondo pero también perfectamente transformable… con voluntad, determinación y organización.
Tal vez no sea gratuita la fascinación de la cultura norteamericana por la figura del zombie. ¡Por favor! ¡Si es el ciudadano perfecto! No piensa, no siente, no critica y está absolutamente aislado de sus congéneres, salvo en aquellos casos donde da rienda suelta a sus más básicos instintos de alimentación/consumo, mezclándose en una amorfa masa de entes semipensantes, dispuestos a devorar todo cuanto puedan. El “every man for himself” o “sálvese quien pueda” neoliberal en su máxima expresión. Entre una jornada del famoso ‘Black Friday’ y un set de ‘The Walking Dead’ la única diferencia es el maquillaje. Ahora… ¿y si lo comparamos con un Rock al Parque?
Me siento tan bien, estoy adormecido
El claro grito de angustia ante a un sistema que ofrece -en el mejor de los casos, por supuesto- una jornada laboral de ocho, diez, doce horas marchando como autómata y rogando por la llegada del anhelado viernes de farra para adormecer los problemas, el estrés y la falta de sentido con alcohol, sexo y psicoactivos. Es el aislamiento voluntario del entorno, de sus pares, de su vida… más cercano a la disolución del ser que a la liberación de la conciencia. Más cercano a la muerte en vida que a la reivindicación de la libertad.
Por supuesto, no podemos desconocer que cuando los jóvenes se percataron de que las únicas posibilidades de realización que ofrecía su sociedad consistían en el mantenimiento de los rituales de consumo, al tiempo que se reprimían las más básicas necesidades humanas, la cultura occidental asistió a experiencias auténticamente contraculturales como Woodstock. Las duras condiciones de la periferia urbana en ciudades industriales del primer mundo y su manifestación en la vida de la juventud contribuyeron al surgimiento de las primeras expresiones de protesta a través de géneros como el Heavy Metal o el Punk. Las consecuencias de la recesión económica y la llamada “década perdida” derivaron en la conformación de escenas ‘underground’ como el Thrash y el Hardcore, que continuaban la crítica al establecimiento y a la moral tradicional.
Pero todos estos intentos, en algún momento hitos de la libertad individual frente a un sistema que pretendía normalizar las conductas, no derivaron en algo más que en nuevos tipos de mercados y opresión. Las drogas, que alguna vez prometieron acercar la humanidad a experiencias espirituales perdidas, se transformaron en mercados negros que avivan y enrarecen conflictos armados en países como el nuestro. El sexo, a través de la pornografía, alcanzó niveles de explotación casi semejantes a la trata de esclavos sexuales de épocas históricas anteriores de la humanidad. La identidad estética contestataria, ahora se vende por miles de dólares en desfiles de moda en Milán… En Colombia tenemos a punkeras estudiando diseño de modas en la Arturo Tejada… ¡Hágame el favor!
Ahora, cuando en casos extremos son los mismos ídolos de barro quienes se percatan de que el “sexo, drogas y rock n’ roll” no ha derivado en algo más que en otra forma de esclavitud de las conciencias, se convierten al más retrógrada cristianismo, esperando así darle mayor sentido a sus vidas, luego de pasar años y años viviendo en una torre de marfil mientras a más de la mitad de su propia población ya no le alcanza ni para pagar sus conciertos. Y así, simplemente cambiamos un veneno por otro, una alienación por otra. La religión les permite “transformar” sus hábitos de vida sin perjudicar los cánones que sostienen al modelo económico, político y social: “la única forma de libertad es el aislamiento de los demás”, “no se consume para vivir, se vive para consumir”, etc., etc. ¡La religión es ahora el nuevo opio de nuestros otrora rebeldes rockeros!
Ante este panorama, cuántas preguntas no debería formularse nuestra juventud:
¿Será que este que conocemos es verdaderamente el único mundo posible?
¿Qué entiendo yo por “rebeldía”?
¿Será que la única opción que nos queda es abandonarnos a los placeres del cerebro primitivo sin darle otro significado a nuestra existencia más que hacerla una lista consecutiva de orgasmos anónimos, drogas, alcohol y demás? ¿O por otro lado, nos entregamos al más acrítico dogma religioso, renunciando a la propia personalidad y a todo aquello que nos hace verdaderamente humanos?
PD: no me hagan caso, metaleros… sigan creyendo que son rebeldes por escuchar música “satánica” y chupar botella en Chapinero…